Paul Sermon
Desmaterializándonos y multiplicándonos. Cosas de la modernidad. A medida que lo digital va entrando con violencia en nuestras vidas, nos hemos ido separando del plano físico, nos alejamos de lo corpóreo, de lo tangible, para alcanzar una nueva realidad prácticamente inmaterial que, de manera frenética, se expande hacia el infinito. El cuerpo es la cárcel del alma decía Platón y una vez nos hemos deshecho de esa prisión –más o menos afortunada según el caso- empezamos a frecuentar, sin solución de continuidad y sin apenas límites, un mundo transformado y aumentado por obra y gracia de las nuevas tecnologías, un espacio digital inconmensurable e interconectado por el que viajamos en una etérea extensión de nosotros mismos, desmaterializados, modificados, ampliados y, por supuesto, desbordados y alienados. El ser humano, como tantas otras veces, comparece sin término medio, sin ese punto de equilibrio donde Aristóteles, aquel discípulo que se subió a las barbas de Platón, situaba la virtud: desmesura en lo positivo pero también en todo lo negativo.